16 noviembre, 1871
Prolonga la reflexión en torno a las fiestas de Barcelona. La ciudad, desde la inauguración del primer ferrocarril español, va escalando el nivel de las principales urbes europeas. Lo cual significa que, en ella, se trabaja mucho y existen florecientes negocios. Las fiestas han incrementado esta faceta –afirma-. Sin embargo se le escapa una queja: El perfil religioso, de las mismas, decae. Los actos no satisfacen las expectativas ni de un cristiano mediocre.