Juana Gratias


A continuación publicamos un saludo expresivo a Juana Gratias como preparación al DVD que sobre ella se está realizando y que pronto estará en nuestras manos:
A Juana Gratias, primera Carmelita Misionera

Querida Hermana Juana:


Un mundo tan ampliamente interconectado pone a nuestro alcance la posibilidad de conocer y compartir diversidad de culturas y religiones. Ello me exige fortalecer mi identidad personal y vocacional, profundizando en el conocimiento del Carisma congregacional que un día acepté como Carmelita Misionera, carisma que es herencia del que fue nuestro Fundador, el P. Francisco Palau y Quer.

Ese sumergirme en las raíces de la Historia Congregacional me ha llevado a reconocerte como pieza clave en la transmisión de ese carisma palautiano, el primer eslabón de esta cadena familiar de Carmelitas Misioneras se prolonga hasta nuestros días.

Bajo una apariencia frágil y menuda escondías una firmeza y energía capaz de desplegar un tesón inquebrantable en el momento oportuno y que a tus 21 años deseosa de reorganizar tu vida en un seguimiento radical de Cristo te llevó a dejar Gramat, el pueblo francés que te vió crecer y te enriqueció con la serenidad de sus campos y el equilibrio de un ambiente familiar cristiano.

Tu recorrido vocacional pronto se cruzó con la recia y sobria personalidad del P.Palau, por entonces exiliado en Francia, a su paso por la diócesis de Montauban. Su austera espiritualidad te impactó de lleno y aceptaste desde entonces las directrices que marcarían en adelante tu camino vocacional, forjando tu espíritu en la libertad, prudencia, desprendimiento, espíritu de sacrificio y la confianza en la divina providencia.

Supiste responder con creces a la confianza que en ti depositó el P.Palau. Fuiste, sin duda su más fiel colaboradora y confidente en la aventura fundacional. Y si como en toda relación humana, tu conexión con el Padre, conoció sus horas de crisis, el lazo entonces anudado no se rompió jamás. Lo demostraste con la actitud permanente e imbatible de una fidelidad a toda prueba.

Secundando los planes fundacionales del P.Palau, te desplazaste de Livron (Francia) a Lérida (España), iniciando una serie de itinerarios que conocieron la incomprensión en una época turbulenta llena de presiones político-religiosas.

Barcelona, Ibiza, regresas a Gramat…y de nuevo en Ibiza – Es Cubells, siempre a la expectativa, atisbando un poco de luz y de esperanza en tu anhelo de vida contemplativa a la que por naturaleza te inclinabas.

Pero los planes del Padre Palau te alejaron de tu sueño acariciado y ante la realidad político-social del momento, poco a poco, comenzaste a asimilar y orientar tu vida en la acción apostólica. “Unida por vocación y disposición divina a mi carro, nada te resta que hacer sino seguir (C.26)”

Y el seguimiento te llevó a Ciudadela (Menorca) en donde se dan los primeros pasos de la Congregación. Y de Menorca a Formentera, en donde sentiste duramente el aislamiento ante la larga ausencia y el silencio del P. Palau abrumado por entonces por los problemas de su actividad exorcista en Barcelona. Buscaste consejo y decidiste. En junio de 1867 te trasladaste a Salas Altas (Huesca) para ponerte al frente de las escuelas dominicales.Clarificadas las confusiones y malentendidos, con el P. Palau, de la prueba renació la confianza., y seguiste apoyando incansable los proyectos fundacionales por Graus, Estadilla y Barbastro,…

Con gran entereza acudiste con un grupo de Hermanas a Calasanz para asistir a los afectados por la epidemia del tifus. También el P. Palau os acompañó en este campo apostólico de alto riesgo. Allí no pudiste evitar el contagio. El P. Palau no paró hasta dejarte fuera de peligro. Ésta fue la última vez que recibiste su paternal atención. Pasados apenas quince días moría en Tarragona el P. Fundador. Era el 20 de marzo de 1872. Para entonces tú ya habías regresado a Estadilla. Allí te llegó la noticia.

Entonces, como nunca, sentiste el reclamo de la soledad, al menos para vislumbrar los caminos y el querer de Dios ante tantas contradicciones que se te presentaron a la muerte del P. Palau. Con el nuevo director impuesto, desde Tarragona se había consumado una ruptura familiar, en que ni tan siquiera pudiste recuperar los bienes y pertenencias del Fundador que jurídicamente y sobre todo afectivamente te pertenecían. Y el Carmelo Apostólico de Bayona, te abría las puertas.

Pero de nuevo se cruzó Dios en tu vida para alejarte de tu anhelo solitario, y ponerte al frente de las Hermanas que no aceptaban ir a Tarragona, Hermanas que te querían y que valoraban tu autoridad moral, inconfundiblemente vinculada a la persona del Fundador. Y te enganchaste al carro olvidando el impulso de una solución personal. Cediste al reclamo de la fidelidad. Aseguraste en Menorca la situación de las Hermanas que se te habían unido en el destino. Y allí renació la obra, precisamente donde se había iniciado, hacía una docena de años. (Fornells, Maó, Es Castell, Ciutadella, Alaior…)

Luchaste incansablemente hasta recuperar Santa Cruz de Vallcarca en Barcelona, pudiendo instalarse el noviciado entre 1878 y 1879. Quedando cumplido el viejo deseo de volar a los orígenes. La casa que el Fundador consideraba como matriz.. Allí el entusiasmo de las primeras Hermanas fue un reclamo de vocaciones y la obra se extendió por Barcelona y provincia (Gracia, Terrassa, Santa María del Mar..)

Los designios de Dios son inescrutables, porque junto con el gozo te llegó el dolor que nunca pudiste imaginar. Ver como desde Menorca, fallecido el prelado benefactor, se impuso la segregación. Experimentar cómo se rompió tu ritmo al frente de la familia palautiana cuando, por sorpresa, el prelado de Barcelona nombró un director para el Instituto, eliminando prácticamente tus servicios, cesándote como superiora común de la incipiente congregación.

“Conformada y resignada, aceptó Juana Gratias el cáliz de la humillación… (Rosa Ambrós)” Ni un solo gesto de enfrentamiento ante la imposición. Sí en cambio una postura coherente con el espíritu palautiano, acogido y asimilado: “Vive unida con Dios, y todo lo demás es vapor y humo y sombras que se desvanecen” (C. 38)

Y del obispado se impuso después otro paso más en tu viacrucis personal: El traslado de la comunidad y noviciado de Santa Cruz de Vallcarca, a la comunidad de Gracia, en Barcelona, poniéndote ante una disyuntiva dolorosa, sin soluciones intermedias. O renunciar a la herencia con todo lo que aquellos lugares significaban o abandonar la Congregación.... Y sopesaste a fondo tu decisión. La oración y el consejo buscado con sinceridad, te inclinaron por lo más difícil, el camino más ingrato: salvaguardar aquellos lugares, herencia del Padre y que tan cordialmente te pertenecían. Herencia que cargaste sobre tus hombros sin reparar en la escasez de medios ni en la voracidad de los acreedores. Prevaleció en ti el sentimiento de fidelidad.

Y llegó el momento de la separación… Y allí quedaste sostenida por un pequeño grupo de Hermanas que a tu lado, sufrieron al verte sufrir, serenamente, sin quejas contra nada ni contra nadie. Hermanas que sin miedo te acompañaron incluso cuando la dura realidad del desahucio y el embargo te forzaron a alejarte definitivamente de aquellos lugares por los que tanto habías luchado. Providencialmente, otras manos cuidarían de mantener vivo en aquellos parajes, el recuerdo de Francisco Palau.

Querida Hermana Juana, hay en ti, como en toda historia humana, una parte de misterio que sólo Dios puede descifrar. De una cosa estoy segura: de que el seguimiento de Cristo fue el valor que cimentó tu vida y tu fidelidad. Una fidelidad que, en tu historia personal, se cruzó con la del Padre Palau y su obra. . Y, a su impulso, ese rostro de Dios al que tan intensamente querías contemplar, fue haciéndose realidad y figura en la belleza de La Iglesia: Cristo Total, Dios y los prójimos definitivamente abrazados en un único amor

Esta tu fidelidad es como una pequeña luz en un mundo materialista en el que no solamente se pone en duda, sino que además, dificulta la fidelidad entre los seres humanos. En esta fidelidad desprendida, a toda prueba, veo reflejado el rostro del Maestro, cuya mirada iluminó tu existencia e hizo soportable el largo y doloroso tramo final de tu vida

Y un 24 de diciembre, tras once largos años de doloroso camino, te llegó la hora del desarraigo definitivo. Te fuiste callada y discretamente. Abrazada más que nunca a la pobreza y con la serena tranquilidad que acompaña a quien nada le reprocha la conciencia. Con el sabor del deber cumplido Josefa Oller, una de las Hermanas que te acompañó hasta el final, se encargó de custodiar tus restos mortales.

Catalina Ferrer y Torres, natural de Ibiza, nunca se separó de ti. A tu muerte, volvió al Instituto. Gracias a ella, la Congregación recuperó las Cartas que cuidadosamente conservabas del Padre Fundador.
Las personas que vivieron contigo decían que tenías un valor extraordinario, crecías ante los problemas y dificultades. El carácter resistente te acompañó siempre. El Obispo de Tarragona había dicho que externamente parecías una persona muy débil, pero muy firme en tus convicciones.

Con razón la Hermana Rosa Ambrós, tu novicia en 1884, te describió de este modo, años después, como secretaria general:

“Fue nuestra cofundadora.

De espíritu vivo, inquieto y generoso. De gestos finos, dulce, que favorecía la cercanía, sencilla, acogedora.

Se parecía al Fundador, no es claro si por naturaleza o por contagio.

De contrastes temperamentales: transparente y enigmática, tímida y emprendedora, firme e indecisa, tenaz y voluble, perseverante, confiada y recelosa, débil y valiente, contemplativa y viajera”.

Nadie intimó tanto con él como ella. A nadie habló como a ella. Asimiló el Carisma en los detalles más mínimos. Fue una amistad a toda prueba.
Ahora, Juana, llega nuestro turno…De tí lo aprendimos y como tú, quisiéramos vivir nuestro presente con esa fidelidad que construye futuro.




"Las Carmelitas Misioneras a Juana Gratias, roca firme que cimentó nuestra Congregación"






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