Julio 30



La mañana del día 30 julio de 1866.                                           

En la cima del monte, al nacer la aurora.

La hija de Labán. De nuevo se percibe un llamado: Reinaba un silencio profundo. Todo estaba en quietud. No se oía el susurro del aire ni el murmullo del mar. Todo era paz”. Se percata, insistentemente invitado a mirar a la Amada: "Fijé mi vista en ella y mi espíritu fue elevado a Dios y vi a la Iglesia santa y en ella a Jesucristo, su cabeza”… Y Palau adora el misterio: ¡Qué bella eres!,¡Que bella eres!.

Raquel -imagen de la Iglesia misionera- que se identifica con la iglesia de Roma; tiene un gran secreto qué comunicarle: Ella posee la clave  para vencer el mal. Por tanto, Palau, sacerdote de la Iglesia, está llamado a prolongar este ministerio: ¿Qué armas debo tomar? –pregunta Palau-: fe, oración y sacrificio.

Dos son los campos en que se lleva a cabo la batalla –percibe qué le revela la Iglesia-: en la soledad con oración y en la brega, en uso de tu autoridad. Consciente de su debilidad Palau se queja: ¡Infeliz de mi!. ¿Qué valgo yo para esta misión?. Una aclaración de la Amada cambia su forma de afrontarlo: Así como un capitán se salva salvando a su gente, así tú, salvando a los demás, te salvarás a ti. (MR).

Hora en el mundo