Con motivo de las fiestas patronales de la Merced, el Ermitaño se dirige a la población de Barcelona. Advierte, a los alucinados por el materialismo, que la alegría efímera no llena la existencia humana. A los creyentes les anima a acudir a Cristo y a su Madre, con la seguridad de ser atendidos. Solicitad de María de la Merced la libertad para nuestro país. Ella, redentora de cautivos -señala saboreándolo-.