Barcelona, 7 abril, 1852.
A D. Pedro Cirilo Uriz y Labayru, obispo de Lérida.
El obispo era un vergonzoso colaborador del régimen. Denunciaba toda agrupación que, en su diócesis, tuviera tinte religioso. Palau se siente obligado a defender a sus hijas, proscritas por el prelado. Escribe una larga carta en la que abundan interrogantes, explicaciones, sugerencias. Se encuentra tan ofendido que no puede continuar escribiendo.