Marzo 20

El Padre Palau coordina y acompaña la andadura de sus hijas en la misión de cada día. Lo hace de modo singular en momentos significativos. Merece especial mención la asistencia –junto a ellas- a los contagiados de una mortífera epidemia en Calasanz. Es el último servicio que realiza. Lo más probable es que tal contagio fuera la causa de su muerte, acaecida el 20 de marzo de 1872.

Forzado a la intemperie, Palau no se agrieta. Más bien se consolida en ella. Es fuerte y en la dificultad se fortalece. Se rehace. ¡Claro!, la vida que recibe, superado el último contratiempo, compensa el riesgo mantenido: acrece y dignifica al luchador. Así, camina sano a pesar de haber dejado tanta vida en el recorrido: personas, oportunidades, proyectos, sueños e ilusiones...Y es que la intemperie -asumida con talante evangélico- suprime estorbos y nos aproxima a Dios.




Hora en el mundo