Julio 3



3 de julio, 1853.                                                

El Padre Palau comunica la próxima reflexión de la Escuela de la Virtud sobre los bienes materiales, los cuales ejercen tal atractivo sobre la persona que si no escucha a su conciencia, le privarán de libertad. (Publicado en El Áncora. Diario católico de Barcelona).

3 de julio, 1865.                                                

A la aurora, en la cima del monte.

La alegría y la felicidad pueblan el escenario palautiano: Se levantó del profundo del mar, mi Aurora, más bella, más brillante que el sol. Y concluye la sección con una sobrecogedora confesión de amor: Yo te deseo, yo te busco a ti sola...

La hermosa y brillante aurora del mes de julio era anunciada en los montes por el canto del mirlo y demás volátiles. La alegría y la felicidad de estas inocentes criaturas puestas a los cuidados de un Padre próvido reprendían mi vida [Mt 10,29-33]. Y mi corazón, profundamente impresionado aún de la vista de mi Amada, se despertó, dando voces:

«¿Dónde estás? Yo te quiero, yo te amo, yo te busco, ¿dónde te hallaré? Oh, fuera de ti y sin ti ¿qué soy yo?»...


3 de julio, 1865.                                                     


Carta que dirige al obispo de la ciudad. Su ánimo invadido por la felicidad que percibimos en el relato anterior le apremia a confiarse a él.

A D. Pantaleón Montserrat: Obispo de Barcelona


Barcelona, Ermita de Ntra. Sra. del Carmen

San Ginéss, 3 julio de 1865.

Ilmo Sr.:

Terminada la misión del invierno, libre de los cuidados que trae consigo, retirado a la soledad de mi ermita, empleo el verano en oración para en ella fortalecer mi alma.

En el reposo de mi soledad vengo a V. S. I. para darle cuenta de todas mis cosas …Vd. es para mi, la voz de Dios… Acepte la dirección de mi alma y de todas mis cosas...

Hora en el mundo