Agosto 1
Agosto 1, 2, 3 de 1864
A pesar de tantas visitas y favores recibidos de la Amada, yo no podía persuadirme que le fuese agradable. De tiempo a otro, una luz pura radiando sobre y dentro mi alma, me descubría mi vileza y mi indignidad, el peso enorme de mi propia miseria cargando sobre mi pobre corazón. En su opresión exclamaba: ¡Oh, si no hubiera en mí cosa alguna que te desagradará! ¿Cuándo en verdad podré decirte: Soy de tu agrado, soy tal cual tú deseas y quieres, te soy agradable? ¡Qué sería inmensa mi satisfacción si yo pudiera persuadirme que soy de tu gusto!
En estas penas andaba desde los últimos ejercicios del Vedrá. Y pasando por frente de esta montaña viniendo por el ferrocarril de Zaragoza, me dijo: Te espero en Montserrat; ven y te hablaré de la causa de esta pena que te atormenta....